Debajo de las sotanas

Ayer se celebró en la Catedral de la Almudena de Madrid un funeral de Estado por la muerte del expresidente Suarez, en el que estuvo representada la plana mayor del régimen, incluyendo algún dictadorzuelo africano acompañando al heredero del dictador patrio. Lo mejorcito de cada casa. Y quien oficiaba no podía ser otro que Monseñor Rouco Varela, que aprovechó el acto religioso para soltar soflamas guerracivilistas desde el púlpito.

Nos advertía el santo varón que “los hechos y actitudes que causaron la Guerra Civil” pueden repetirse. No se sabe si más como amenaza o como justificación. Sería bueno recordar el papel jugado por la institución que Rouco representa en aquel conflicto; aquella Santa Cruzada alentada y bendecida, acompañada bajo palio, que provocó lo que aún hoy las cunetas esconden sin que haya arrepentimiento ni propósito de enmienda.

No es normal que en un estado aconfesional se organicen actos oficiales bajo el amparo de una determinada confesión religiosa. No es normal que esta determinada confesión religiosa goce de privilegios y exenciones injustificables. No es normal que esta determinada confesión religiosa se apropie del patrimonio de todos los ciudadanos, aprovechándose de reformas legales ad hoc. No es normal que esta determinada confesión religiosa pretenda imponer su moral a toda la sociedad. No es  normal que esta determinada confesión religiosa cuestione derechos, mientras protege a pederastas. No es normal que esta determinada confesión religiosa esté más del lado de los poderosos que de los que sufren las consecuencias de la situación económica actual. No es normal que esta determinada confesión religiosa se dedique a hacer política desde el púlpito, e incluso en a calle, preocupada más por los asuntos del César que por otros asuntos más elevados.

Se eleva a la categoría de bien moral, verdad revelada y casi dogma de fe, la sacorsanta unidad de España, patria común e indivisible, católica, apostólica y muy española, escrita en las pétreas tablas de la Sacrosanta Ley Constitucional Setentayochista. Por si no fuera suficiente, sufrimos un Gobierno que paga peregrinaciones a Lourdes a guardias civiles, o condecora y nombra asesoras del ministerio a santas y vígenes varías. Todo muy propio de un país moderno  y del siglo XXI. Vivimos en una España, no ya en blanco y negro, sino de cirio y pergamino.

Queda claro lo que hay debajo de las sotanas de Monseñor Rouco y su camarilla: integrismo y nacionalcatolicismo español. El de toda la vida. Como para quedarse…