Ha pasado algo más de un mes desde el 9N, en el que instituciones, partidos, sociedad civil y ciudadanos consiguieron, trabajando juntos, plantar cara y saltar el muro del Estado español. Pero durante estas últimas semanas, en vez de hablar de cómo poder avanzar juntos, entre todos, para ganar una amplia mayoría que nos lleve a la plena soberanía, nos hemos visto inmersos en un debate estéril, plagado de dogmas y falacias, sobre el sexo de los ángeles. Las hordas llistaunitarias se han lanzado para intentar hegemonizar el discurso sobre la forma, en lugar de hablar sobre el fondo. Gente honesta, que realmente cree en esa fórmula, pero también hooligans, hiperventilados, cegados por la estelada y afamados cortesanos del rey Arturo. Y hemos perdido un mes entero discutiendo sobre el medio, el cómo, en vez de hacerlo sobre el fin. Algunos han confundido (¿interesadamente?) el objetivo con el medio; el objetivo no es configurar una lista única, sino construir una mayoría amplia.
Cualquiera que discrepe de la ortodoxia, que plantee dudas o que no manifieste su adhesión ciega y automática a la propuesta de Mas ha sido tildado de ignorante, de trabajar contra la independencia, de partidista o directamente de traidor. Claramente es la mejor manera de trabajar por la unidad, con cariño y empatía. La llistaunitària ha muerto: la han matado sus más fervientes partidarios.
La propuesta de Mas plantea bastantes dudas. Pretende hacer pasar estas elecciones como “la consulta definitiva que no ens deixen fer“, obviando que de ella se deriva un gobierno que gestionará el día a día (y tomará decisiones sobre la sanidad el BCN World, por ejemplo) los próximos 18 meses, a cuyo término plantea celebrar un nuevo referéndum. ¿En qué quedamos? O es la consulta definitiva, o no lo es, pero vender unas elecciones como una consulta para realizar de nuevo otra consulta es una tomadura de pelo. Si se plantean con una lógica plebiscitaria, no es imprescindible hacerlo mediante una lista única. La propuesta de Mas habla explícitamente de que la lista que él lidere (lo de “cerrarla” es un farol que hace quedar muy bien) debe obtener una “mayoría directa en las urnas”. Esto es: que su lista, sola, obtenga el 50%+1 de los votos. Lo que hace plebiscitarias estas elecciones es el resultado, lograr esa mayoría en votos, en favor de una apuesta clara por construir un nuevo país. Y por tanto, se excluye sumar con otras listas que defiendan el mismo objetivo, que no se tendrían en cuenta a la hora de lograr esa “mayoría directa en las urnas” de una sola lista (según la propuesta presidencial).
Con los votos del SíSí del pasado 9N no es suficiente. De hecho, muchos de esos votos (excluyendo también menores de 18 años y residentes extranjeros) no están garantizados si reducimos la pluralidad y la transversalidad del 9N en una sola lista cesarista, con un único punto. Por mucho que esté apoyada por la ANC (o una parte de ella), que evidentemente no representa a la totalidad de Cataluña (como se ha encargado de recordar, entre otros, el Col·lectiu Drassanes). Una de las fuerzas del proceso soberanista es precisamente su diversidad, la pluralidad y la transversalidad, trabajando por la unidad de acción y estratégica. Por un mismo objetivo. Sumando. Y no todos creen que esa lista sume. Si lo que se pretende es un mensaje claro, a nivel internacional, una sola lista podría ser la manera, cierto. Pero no es imprescindible ni es la única manera. Allí fuera también tienen calculadora, y sabrían hacer los cálculos si todos comparten una propuesta común e incuestionable. En Estonia, Lituania o Eslovenia, con la coalición-paraguas DEMOS, lo hicieron sumando diferentes listas.
Los datos que tenemos hasta el momento (todo lo cuestionables que se quieran, por supuesto) indican que reducir la pluralidad en una sola lista no bastaría para obtener la “mayoría directa en las urnas” que reclamaba Mas. Habrá que ver si hay nuevos datos que lo contradigan (cuantos más mejor), con esas famosas encuestas que dicen que existen pero no se quieren publicar, o el mítico “efecte multiplicador“que está enterrado al final del arcoiris. Que sí, que algunos o muchos convencidos una lista así les generaría mucha il·lusió, e irían a votar empalmados. Pero fuera de la burbuja puramente indepe, allí donde hay muchos votantes del SíSí o que pueden llegar a serlo y que no tienen (tenemos) la independencia como primera ni única prioridad, dudo que esta lista despierte pasiones (estoy dispuesto a cambiar de opinión cuando alguien encuentre el “efecte multiplicador“). Prefiero menos erecciones ilusionantes si logramos tener más votos y conseguimos ser mayoría amplia.
Muchos dicen que esta lista sería transversal, inclusiva, diversa, super chachi piruli, con gente como David Fernández, Antonio Baños, David Companyon, Raül Romeva o Teresa Forcades. Y se dedican a lanzar propuestas y listas ideales, como el que hace una carta a los Reyes Magos. ¿Alguien les ha preguntado a ellos? Lo que es evidente es que muchos ya se han desmarcado, y apuestan por trabajar como el 9N, juntos desde la unidad de acción, acordando todo lo que se tenga que acordar, y sumando desde los diferentes espacios una amplia mayoría que no excluya ni deje fuera a nadie. Ese es el objetivo, y no el de intentar imponer una llistaunitària al resto, o que cada uno haga su carta a los Reyes Magos. Por no hablar que, con varias listas, evitamos que el debate lo monopolicen partidos contrarios a la independencia (no solo en las propuestas, también en los espacios y debates electorales).
Y ahora nos encontramos que, para acabar imponiendo la llistaunitària, se recurre directamente al chantaje, puro y duro. Estos días hemos visto cómo consellers del Govern hablaban (o amenazaban) claramente de alargar la legislatura hasta 2016, sin que los Guardianes del Procés alcen la voz. Por cierto, a fecha de hoy Duran sigue siendo diputado en Madrid, y Espadaler es conseller, justsaying.
Y mientras tanto, en CiU están empeñados en aprobar unos nuevos presupuestos para el 2015, cuando en teoría habría o debería haber un nuevo gobierno. Lo lógico sería que se prorrogaran, se convocaran elecciones cuanto antes, y el nuevo Parlament aprobase unos presupuestos encaminados al proceso de transición que se abra. Estos presupuestos que presenta ahora CiU no se aprobarán hasta primeros de febrero; entre la convocatoria y disolución del Parlament y la celebración de las nuevas elecciones deben pasar 54 días; y tenemos Semana Santa, y las municipales en mayo… Qui dies passa, anys empeny, dicen. ¿A qué jugamos exactamente? ¿Hay realmente voluntad de convocar elecciones? ¿La Puta y la Ramoneta también irán en la llistaunitària…?
Guardemos un luto breve por la llistaunitària, por favor. Sentémonos a hablar, con todos y entre todos, desde UDC a la CUP, para encontrar la mejor manera de sumar y lograr una mayoría, incluyendo lo máximo posible. Hablemos de la ausencia de siglas, de desbordar los partidos, de la participación de independientes y de la sociedad civil, de puntos comunes, actos conjuntos… Pero pongámonos a trabajar, para salir, hablar, escuchar, convencer y sumar a toda la gente que nos falta. Haber perdido un mes ya es suficiente.