He sido muy crítico con la #llistaunitària. Las razones son diversas, y lo más importante: legítimas. Estoy hasta las narices de dogmas y del unanimismo, de perseguir y atacar la discrepancia y la disensión de quien ve las cosas, aún compartiendo el objetivo, de manera diferente. Es algo que lamentablemente se da mucho en el independentismo hiperventilado (y que nadie se me de por aludido).
Soy, de entrada, muy escéptico con esta fórmula. Si algo se desprende del 9N es que somos muchos, sí; pero no suficientes. Hace falta fortalecer el apoyo al proceso, ampliar la base del soberanismo y reforzar los flancos que quedan descubiertos, espacios en los que trabajar y consolidar. Es ahí donde cuestiono (insisto, legítimamente) que la #llistaunitària sea la opción óptima. No soy capaz de ver el famoso efecto multiplicador, la corriente de ilusión arrolladora que encumbraría esa lista y obtener así una amplia mayoría. Entiendo que para un sector del soberanismo sí funcione, entiendo que para los que ven la independencia como un fin o la estelada como una motivación con eso sí baste. Yo es que soy de l’Hospitalet, y eso imprime carácter. Pero creo que para ampliar la base de apoyo, eso no basta. No ahora, y no así.
La propuesta del President me despierta cierta desconfianza, desde este escepticismo crítico (y legítimo). A riesgo de no ser del todo justo, creo que tengo algunas razones para desconfiar (legítimamente). Desconfío por cómo se desarrolló la marcha atrás de la consulta 1.0, por la sensación de tibieza que se manifestó pudiendo llegar un poco más lejos. Desconfío también por la manera de sacarse de la chistera la consulta 2.0 (aka procés participatiu), en rueda de prensa y sin acordarlo previamente con todos los partidos (aquí reparto la responsabilidad entre todos). Desconfío por mantener al frente de sus respectivas conselleríes a Joana Ortega y a Espadaler (cosa que en aquel momento generaba aún más desconfianzas). Desconfío por el descalabro electoral de CiU que anuncian las encuestas. Desconfío por el señor de la tirita que vive cómodamente en el Palace preocupado por los problemas reales de los catalanes. Desconfío por la votación CiU+PSC de la semana pasada para tapar las irregularidades del Fòrum. Desconfío por la votación CiU+PSC de la semana pasada para vetar comparecencias de Bustos, Millet o Montull. Desconfío por la campaña mesiánica de hace dos años, reclamando una majoria excepcional.
Ahora bien: quiero estar expectante y estar abierto a valorarlo, si ha de servir para alcanzar el objetivo. Y eso hace que cuestione mi objeción inicial (desde una postura escéptica y crítica, siempre, aunque sea por tocar los huevos).
Hay que reconocer que ha hecho un discurso y una puesta en escena impecable y que comparto en gran medida. En la primera parte ha hecho un análisis exhaustivo para entender on som, situando el escenario en el que iba a desplegar su propuesta. Seguramente, si hace dos años nos lo explican, muchos no hubiéramos dado crédito.
Por otra parte, cuestiono el chantaje implícito al poner condiciones para convocar elecciones, o seguir hasta 2016 como alternativa. No creo que el momento y la situación actual, después de compartir el análisis de dónde estamos, permita tal cosa. No creo que sea justo ni honesto intentar vender su propuesta con el chantaje como medida de presión. Una chulería vanidosa innecesaria. Tampoco entiendo la limitación añadida de autoimponerse la obtención de la mayoría absoluta con esta lista, aunque reforzara la imagen de mayoría clara, desestimando la suma con otras opciones.
Entiendo el procedimiento que propone, acepto la lógica de lo que dice, pero siento que deja muchos flancos descubiertos que hacen que sea una apuesta muy arriesgada (bastante más que la opción de “tres listas del Sí”).
No sé si esta opción es la óptima para ampliar la base social de apoyo al Sí. Creo que se debe trabajar mucho, mucho, para reforzar diferentes aspectos que quedan demasiados abiertos. Sobre todo si alguien se piensa que con la estelada van a arrasar, o que todo el mundo que votó SíSí el 9N va a querer votar un experimento así, más allá de convencidos, ya sean hiperventilados o resignados. Es realmente en este aspecto donde nos la jugamos (sobre todo cuando ya Mas ha puesto el listón a obtener una mayoría absoluta inexcusablemente, añadiendo dificultad a la cosa).
El 9N nos ha demostrado la fórmula guanyadora, pero también los muchos retos y riesgos que tenemos por delante. Y lo mucho que queda por trabajar. Del 9N y de la campaña unitària ‘Ara és l’hora’ hay varias cosas sobre las que reflexionar, cosas que se han hecho bien, cosas que no se han hecho bien o cosas que se podrían haber hecho mejor.
Es primordial que esta candidatura no se presente únicamente con “Vol que Catalunya esdevingui un Estat?“, porque en el momento actual, con todo lo que está cayendo, si vamos con la banderita podemos quedarnos lejos del objetivo. La gente tiene problemas y necesidades y necesita concreciones, seguridades, confianza. No me vale lo de “primero independencia, y después ya hablaremos de qué país queremos” o “ara no toca, eso para dentro de 18 meses“. Tenemos que ser conscientes que, enfrente, tendremos otras ofertas electorales que sí que irán con un programa, con propuestas, y con las que hay que competir. Está la CUP (que parece que se le permite ir a su aire sin más exigencias), pero también ICV-EUiA o PSC a los que se le podría dar aire precisamente por esta falta de concreción a la hora de dar respuesta a las demandas de los ciudadanos. Y Podemos, no hay que olvidarlo. La inconcreción puede hacer que otros se nos coman la merienda.
No hace falta desarrollar un extenso programa, pero sí que hace falta que haya al menos un programa de mínimos, que dé seguridad sobre on anem. Tiene que quedar claro que hay “algo más”, frente a otras opciones que también compiten que sí llevan contenidos y propuestas. Estos 18 meses a la gente le va a seguir preocupando la sanidad, la educación, o la corrupción. O la corrupción. Lo repito porque es un issue ineludible, por mucha estelada que pongamos. La gente está hasta los cojones y no va a pasar por alto tibiezas en estos temas. Hay que demostrar valentía y compromiso. Cuando finalice esta legislatura, la comisión de investigación sobre corrupción y fraude fiscal en marcha en el Parlament se cerrará en falso, y será difícil explicar que “mira, oye… dentro de 18 meses ya nos pondremos“.
El President lo ha dejado claro: ‘volem un país on les persones i els territoris tinguin oportunitats de progrés, de benestar i de drets, amb sentit de justícia social i d’equitat (…) Un país, en fi, on hi ha massa sospites o realitats d’irregularitats i de corrupció no és el país que volem‘. Hace falta bastir la propuesta de un discurso con un claro contenido social, y comprometido firmemente contra la corrupción. Si conseguimos entre todos que el 9N fuese un éxito, es esperable que se pueda alcanzar un acuerdo de mínimos, compartido y asumible, sobre el modelo de país que queremos aunque sea para los próximos 18 meses. Porque no somos los únicos que disputamos el partido.
También es imprescindible cargarse los complejos identitarios de ciertos sectores. Ahora no estamos para puñetas, si queremos ir en serio. Si van con la barretina, aquellos unionistas, fadaralistas y nacionalistas españoles de todo pelaje y condición que lo presentan como una cuestión identitaria les van a tirar hasta confetti. Si se quiere construir una mayoría de verdad, se tiene que aspirar a una mayoría. Y para lograrlo, hay que ser conscientes que únicamente una mitad de Cataluña no es una mayoría. Es una mitad. Así que hay que saber qué mensaje, qué lenguaje (que no únicamente lengua), qué motivación, o qué manera es la mejor para llegar a todos y cada uno. La lista debería reflejar y dejar clara esa transversalidad que debe tener, y parecerse lo máximo a la sociedad que aspira a representar. No pueden estar “sólo” els de sempre. Tiene que haber Puig, Vila y Soler, y también Pérez, Rodríguez y Martínez.
Con esto no estoy comprando la idea. Aún. Sigo siendo escéptico y crítico, y sigue sin parecerme la opción óptima, de momento, para ampliar la base social y conseguir los 500.000 votos más que faltan. Entiendo que CDC está en una situación complicada, y que si las encuestas fuesen favorables quizás no tendríamos esta propuesta encima de la mesa. Pero estoy expectante para ver cómo se concreta. Porque honestamente creo que hace falta eso, las tres C: concreción, contenido y compromiso.
Y, de momento, aún no lo veo. Confío verlo en los próximos días.