Desde ciertos ámbitos, digamos españoles, se nos presenta el resultado del 27S como el gran fracaso del independentismo. Son los mismos que vienen repitiendo desde hace cinco años que esto no es más que una fiebre, una ruidosa algarabía de unos pocos, un soufflé que está bajando de manera inminente, que no hace más que perder fuelle, aunque se sigan movilizando cerca de dos millones de personas recurrentemente desde hace ya cinco años. Joder con la bajada del soufflé… Son los mismos que han negado siempre que el independentismo fuera mayoría. Son los que se han negado siempre a poder realizar un referendum, y poder contarnos y salir de dudas. Son los que ni siquiera aceptaron el simulacro de consulta que fue el proceso participativo del 9N. Son esos mismos que, cuando han visto que el independentismo tenía posibilidad de ganar en unas elecciones, han corrido a señalar que no lo harían consiguiendo mayoría en votos.
Y resulta que estas elecciones que negaban que fueran plebiscitarias, tras una campaña en la que no han escatimado esfuerzos mintiendo, engañando, amenazando, usando el miedo e incluso manipulando respuestas de la Comisión Europea, el independentismo obtiene una incontestable victoria.
Este nuevo Parlament pasa a tener 72 diputados independentistas de 135. En la anterior legislatura CiU, ERC y CUP sumaban 74 pero no hay que olvidar que Unió, que formaba parte de CiU con 13 diputados, ha desaparecido, y tampoco toda CDC entonces se podía considerar como independentista. El independentismo ha avanzado indiscutiblemente, aunque algunos pretendan seguir comparando la CiU de 2012 con el escenario actual.
Y después tenemos la gran falacia del plebiscito perdido, el argumento al que se aferran aquellos que negaban que estas elecciones fueran plebiscitarias. Es curioso que aquellos que han negado siempre el carácter plebiscitario de estos comicios, apelen al plebiscito para señalar que el voto independentista no ha superado el 50% de los votos emitidos. Es curioso que se acuerden ahora de los votos aquellos que no han dejado votar y han negado siempre la posibilidad de celebrar un referendum. Pero lo más escandaloso es que intenten imponer la gran mentira de que, con un 47,7% de votos del ‘sí’ hay un 52,3% de contrarios a la independencia, apropiandose para el ‘no’ de votos contrarios a mantener el statu quo, e incluso del voto en blanco. Y habría que ver cuanto voto extranjero se ha “perdido”…
El independentismo ha ganado porque los catalanes hemos podido expresarnos en las urnas, en unas elecciones históricas con una altísima participación y con un carácter claramente plebiscitario, que han acabado reconociendo incluso aquellos que se lo habían estado negando. El independentismo ha ganado porque se ha convertido en la única opción con posibilidad de gobierno. Pero, además, ha quedado claro que el independentismo es la única opción de cambio y de transformación que existe, no solo en Cataluña sino en toda España. El partido mayoritario en España se ha convertido en absolutamente irrelevante en Cataluña, algo que también podríamos decir de un PSC totalmente desubicado —un PSC, conviene recordar, que llegó a obtener 52 diputados. Y esto es algo que han sabido aprovechar los de Ciudadanos, con un discurso lerrouxista que va contra la cohesión y la convivencia, y con una retórica reformista que es pura fachada; en Cataluña les conocemos bien desde hace ya 10 años. Y por último tenemos el gran fracaso de Podemos y su artefacto CSQEP, que han hecho una campaña desastrosa, totalmente ajena y alejada de la realidad catalana. Es lo que tiene dejar que te dirijan desde Vallecas y pensando en un asiento en el Congreso. Han fagocitado a ICV-EUiA, y ni siquiera han sido capaces de superar los resultados obtenidos por estos en 2012. La Moncloa le queda ahora mucho más lejos a Pablo Iglesias, así que parece que no habrá una revolución morada, ni habrá asalto a los cielos, ni ruptura del régimen del 78 ni siquiera una modestita reforma federal.
El cambio ya está en marcha. Es la República catalana.